En apoyo a la igualdad y a las mujeres que cada día trabajan el doble y cobran casi la mitad. A las desposeídas de un empleo, a las que soportan el yugo del machismo y de la dependencia, a las acosadas y violadas, a las que sufren carencia de derechos, a las que padecen las guerras, a las que gritan en silencio.

En homenaje a las abuelas que con sus míseras pensiones sostienen a familias enteras y a países completos; que en sus genes transmitieron tanta fuerza y valentía; a las madres cuidadoras de mayores y pequeños, de perros, gatos, y mascotas variopintas, que abrazan, que protegen, que se desvelan, que aman, que existen en la vida de los otros; a las que no son madres, a las rechazadas, a las no reconocidas e invisibles ante la mirada del mundo, a las no escuchadas y a las olvidadas, y a las más afortunadas.

A limpiadoras, costureras, cantantes, pintoras, camareras, actrices, administrativas, maestras, escritoras, médicas… y amas de casa; abuelas, madres, esposas, hijas, amigas, compañeras… Heroínas de realidades, princesas destronadas, guerrilleras de lo cotidiano, diosas no veneradas, expulsadas del Olimpo con desprecio de la mano de un pecado que la historia se inventó para llenarla de culpa, para empañar sus innumerables capacidades, para negar sus destrezas y talentos.

Unidas dejaremos de esperar lo que nos pertenece, alzaremos nuestra voz en una canción mundial donde todas: españolas, mexicanas, chinas, rumanas, japonesas, africanas…  portaremos una antorcha abrasadora que reducirá a cenizas la inhumana desigualdad. La Tierra, vestida de luz violeta y de manos femeninas abiertas de par en par, el día ocho de marzo abandonará su órbita y se sumará a la huelga.

A todas las mujeres hoy dedico estas palabras, porque somos muy valiosas, y porque ya es hora de sentir orgullo por el simple hecho de ser Mujer.